En algunos lugares del planeta, cuando se habla de Extremadura, se piensa primero en sus veranos largos, en sus tierras duras y en un clima exigente. Y es verdad, así es esta región según nos cuentan en el Grupo Viñaoliva. Lo que quizá no todos saben todavía es que precisamente en esas condiciones se están elaborando vinos que compiten al nivel de los mejores.

El mejor tempranillo joven de España es extremeño. Lo firma Zaleo Tinto, del Grupo Viñaoliva, reconocido con el Gran Baco de Oro. En Córdoba, en los Premios Mezquita, el Tinaja de Zaleo Tinto se llevó el Gran Mezquita. Y en plena Europa, en el Danube Wine Challenge, Doble de Zaleo y Tinaja de Zaleo Blanco obtuvieron medallas de oro, abriendo camino para los vinos extremeños en este certamen y situándolos al nivel de los mejores del mundo.
“Estos reconocimientos son un orgullo para nuestro grupo”, nos dicen desde Viñaoliva, “pero también son un reflejo del nivel que hay en muchos pueblos y bodegas de Extremadura, grandes y pequeñas, que todos los años suman medallas y distinciones”, añaden. Y es que no hay que fijarse solamente en una marca concreta, un premio o una etiqueta, sino en un movimiento colectivo y un camino recorrido que da valor a toda una región que también elabora vinos capaces de medirse con cualquiera.
Pero lo que muchos desconocen es que estos reconocimientos son posibles precisamente porque el clima es exigente y la tierra dura, ya que esa realidad obliga a los que trabajan con el vino extremeño a ir siempre un paso más allá, a no conformarse nunca.
Y ahí es donde está la diferencia, en las personas que están detrás, que saben cómo darle la vuelta a cada dificultad.
El agricultor no siembra al azar, sino que adapta sus cultivos pensando en lo que marcan las tendencias y demandan los mercados, porque sabe que así su producto tendrá más valor. El bodeguero, cuando ajusta la maquinaria o controla los fríos, lo hace anticipándose a condiciones extremas, siempre en coordinación con el equipo enológico. El enólogo, a su vez, convierte esas condiciones duras en decisiones técnicas que sacan lo mejor de la uva, trabajando con agricultores, técnicos de campo y con responsables de sección que ya han hablado con los clientes para entender qué esperan.
Y todo eso se sostiene junto al resto de profesionales, administración, logística, mantenimiento, laboratorio… piezas que quizá no siempre se ven, pero que son decisivas para que la cadena no se rompa.
Así funciona la viticultura en Extremadura. En lugar de quejarse del clima o de la tierra, se busca entenderla, que es precisamente donde está la diferencia. Porque esas condiciones obligan a pensar distinto, a dar siempre una vuelta de tuerca más. Y eso es lo que hace posible que hoy los vinos extremeños lleguen cada vez más lejos. O dicho de otra manera, Extremadura no necesita ser mejor que otras regiones, lo que hace es simplemente aprovechar lo que tiene, con inteligencia y constancia para sacar lo mejor.
Al final, lo que otros ven como un límite, en Extremadura a través del Grupo Viñaoliva se convierte en una oportunidad. El calor, los suelos duros, los veranos largos, lejos de ser un obstáculo, han hecho que se aprenda a darle la vuelta a la situación, a sacar ventaja de lo difícil. Y eso dice mucho sobre que los extremeños no son ni inferiores ni superiores a nadie, simplemente están hechos de otra pasta y saben transformar la adversidad en valor.
Quizá ese sea ya motivo suficiente para entender lo que hay detrás de un vino extremeño. Y la próxima vez que escuchemos a alguien dudar de que en Extremadura se pueden hacer grandes vinos, lo mejor es invitarle a reflexionar con esta información y, si aún le quedan dudas, que los prueben y luego nos cuenten.